Córdoba, República Argentina. Martes 19 de noviembre de 1996.
ROCK / COMENTARIO
El rito de los corazones "metálicos"
No poseen la elegancia barroca de los ingleses, ni la tradición de los que cargan sobre sus espaldas más de 20 años de trayectoria (léase Iron Maiden o Manowar). Están influenciados por Metallica, pero reniegan de Load (el último trabajo de la banda estadounidense) porque lo consideran demasiado "blando", poco acorde con nuestros tiempos apocalípticos y violentos. Tampoco se ubican en la vereda de los heavies nacionalistas, los de las camperas de cuero y remeras celeste y blanca (Malón y Almafuerte, los herederos de Hermética). Simplemente eligieron el rock pesado como emblema de lucha, y el continente que los vio nacer como escenario de sus manifiestos tercermundistas. De esta forma, los brasileños de Sepultura y los argentinos de A.N.I.M.A.L. (Acosados Nuestros Indios Murieron Al Luchar), logran despertar el sentimiento combativo del género y enarbolar los colores de un sueño postergado: el de los países hermanos de América Latina.
Cuando la formación que componen los hermanos Cavalera, Andrea Kisser y Paulo Jr., desembarcó en el escenario porteño de Obras Sanitarias, el viernes pasado, una multitud de adolescentes celebraron el ritual más primitivo que propone el rock de este último tramo del siglo. Sobre el rostro aborigen que aparece en la tapa del último trabajo discográfico de la banda, Roots, Sepultura ejecutó los sonidos auténticos que emergen de una música concebida con la sabiduría de quienes hacen lo que sienten. Por eso, la alegría del samba brasileño no se vio perturbada por el vértigo del thrash metal. Las bases crudas de Paulo Jr. (batería) e Igor Cavalera (bajo) tampoco se sonrojaron al oírse diluidas en poderoso rugido industrial. El death metal le prestó su voz de ultratumba a Max Cavalera y el genuino llanto de la guitarra, en manos de Andrea Kisser, logró algunos momentos de calma.
En la primera parte del espectáculo, Roots blody roots y otros temas de sus dos últimas placas (Roots _1996_ y Chaos A.D. _1993_) unieron al público en un pogo salvaje y emotivo. Luego, el telón con el rostro del ya clásico aborigen dio lugar a una especie de alacrán y la banda se despachó con Territory, Benneth The Remains, Morbid Visions, Inner Self, Schyzofrenia y Biotech Is Gotzilia. En el último segmento de esta segunda parte, cuando los versos de Cariowas disparaban bombas de inconformismo, Andrés Giménez, Marcelo Corbalán y Martín Carrizo, los A.N.I.M.A.L., se corporizaron en el escenario para concluir con una batucada que reunió a las dos bandas en un abrazo fraternal.
Finalmente, llegó el turno de los homenajes. A dos leyendas del heavy metal: con Policia, de Titás (también brasileña), los miembros de Sepultura dejan bien en claro que, además de divertirse haciendo rock pesado, son capaces de conmover desde una estética autóctona, latinoamericana, tercermundista (si quiere). Con Orgasmatron, de Motorhead, la banda manifiesta su ferviente militancia en el heavy metal, género que, tras cruzar el océano Atlántico y/o descender al sur del mundo, reacomoda sus códigos de rebeldía para insertarse en nuestro continente.
Como grupo soporte, A.N.I.M.A.L. lució una performance acorde a las circunstancias. En ritmo de hardcore, alterado por algún acorde heavy y otro tanto de rap, sonaron: Sólo por ser indios, Hijos del sol y Ojitos chinos (de Fin de un mundo enfermo) y dejaron su legado de escepticismo y decadencia. Pero luego, Lo mejor de lo peor, Soy y El nuevo camino del hombre (de la placa homónima) abrieron un nuevo surco de esperanza que encuentra su razón de ser "metalera" y latinoamericana, en el término resistencia.
Gabriela Vidal
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