Córdoba, República Argentina. Sábado 7 de diciembre de 1996.
SEX PISTOLS
Lo bueno, lo malo, lo feo
Imaginemos que estamos en el año 2009 y que Kurt Cobain _el ex líder del grupo norteamericano Nirvana_ no se suicidó. Pensemos que todo lo que cantó en rebeldía, y su llamado a las armas como la voz de su generación era (en el fondo) basura que él mismo abandonó en una bolsa de residuos. Y como Pancho por su casa, vuelve al Buenos Aires del siglo 21 a chillar como la chicharra revolucionaria del rock. Quizá nadie, o muy pocos, se conmoverían. Eso es más o menos lo que ocurrió con Johnny Rotten y su banda Sex Pistols, que fueron los fundadores del punk rock a mediados de los '70 en Inglaterra, y que el miércoles y jueves pasado ofrecieron sendos shows en Buenos Aires, desprovistos de la mística que los catapultó.
Ellos fueron los primeros que gritaron en canciones de dos minutos que la vida de los jóvenes en su Londres y en toda Europa no tenía futuro. Ahora, con más de 40 años sobre las costillas, sólo tienen pasado. Es muy probable que el par de millones de dólares que ganaron al reunirse para la actual gira los distraiga de un hecho muy concreto: están en cueros frente a su propia leyenda. Y lo que es más concreto afirmar, parece que ellos nunca creyeron de verdad en lo que estaban haciendo.
Antenoche se retrataron desnudos de poder, como si al tomar el avión para los 60 shows de su tour mundial, hubieran olvidado los trajes del orgullo punk con el que patearon el traste de la Reyna y la cultura popular de su tiempo.
"Soy un anarquista / no sé lo que quiero / pero lo conseguiré / voy a destruir...", cantaron en una de sus emblemáticas canciones recordadas. Pero si el jueves eso sonó como un chillido hueco, es posible que 20 años atrás tampoco haya sido pronunciado como una voz fiel _o como el verdadero verbo del anticristo.
Es casi seguro que ni el mismo Jonny Rotten creyó en lo que él decía en su iracunda juventud. Y en Buenos Aires, al evocar su épica, por momentos el ridículo se encarnó en cuerpo gordito de cuarentipico de años.
Los que si creyeron _y tomados por una ingenua enfermedad_ terminaron quitándose la vida: Sid Vicius, bajista de los Pistols, y tiempo después el mencionado Cobain. En cambio, Rotten pasó a la historia como un pícaro, un bufón del rock que ha interpretado muy bien su papel desde el principio. Sus compañeros cuarentones, Steve Jones (guitara), Glen Matlock (bajo) y Paul Cook (batería), se mostraron mucho menos expresivos.
Por lo comentado en las veredas porteñas, en el espectáculo del jueves hubo menos abulia sobre el escenario que la noche anterior. Aunque en términos generales tuvo una duración y una dinámica poco convincente. Hubo un comienzo agitado y prometedor, con los músicos haciendo el mismo punk que inventaron en defensa artística y propia.
Con Johnny Rotten cantando bien (siempre lo hizo bien y lo demostró como Johny Lindon cuando vino como solista años atrás). Con claridad, ímpetu y volumen, apoyadas por una sonoridad potente y limpia. Pero luego el tedio secó el sudor de los cuerpos, y si al principio todo el público saltó y se rozó mojados de gusto, el final los mostró secos.
Fue una lástima, pues las características de la audiencia _pibes marginales de los cuales muchos deambulan por la pobreza suburbana_ en muchos aspectos coincidió con el contexto de no futuro del que emergió el punk rock inglés. Quizá la respuesta la encontremos en los propios Sex Pistols, que con cierto profesionalismo y una alta cuota de cinismo intitularon a su gira Lucro sucio.
El repertorio mostrado es idéntico al disco homónimo que grabaron en vivo, al iniciar el tour en Londres en el mes de junio. La placa es interesante y recibió buenas críticas en Inglaterra y en USA. Pero después de escucharlos en Argentina y en directo, debemos afirmar que Londres todavía queda muy lejos.
Luis Gregoratti
Fuente:
http://buscador.lavoz.com.ar/intervoz/96/12/07/ae_n2.htm
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